EL DECLIVE DE LAS REDES SOCIALES

 En este artículo, nos gustaría citar algunos fragmentos destacados del artículo del periodista de The Atlantic Ian Bogost, que describen claramente el espíritu de nuestro proyecto.

Según Ian Bogost, en su emblemático artículo titulado "The Age of Social Media Is Ending It never should have begun", en los últimos veinte años, las redes sociales han tomado el protagonismo, pero en lugar de facilitar el uso de las conexiones existentes - para la vida fuera de línea (para organizar una fiesta de cumpleaños, pongamos por caso)-, el software social convirtió esas conexiones en un canal de difusión latente. De repente, miles de millones de personas se vieron a sí mismas como celebridades, expertos y creadores de tendencias. (...)

En realidad, como sugería su nombre original, las redes sociales buscaban el conectar, no publicar.

LinkedIn prometía hacer posible la búsqueda de empleo y la creación de redes empresariales recorriendo las conexiones de tus contactos. Friendster lo hacía para las relaciones personales, Facebook para los compañeros de universidad, y así sucesivamente. La idea central de las redes sociales era establecer contactos: construir o profundizar relaciones, sobre todo con personas conocidas.

Esto cambió cuando las redes sociales se convirtieron en medios sociales,en lugar conectar -crear lazos latentes con personas y organizaciones a las que en la mayoría de los casos ignoraríamos-, los medios sociales ofrecían plataformas a través de las cuales la gente podía publicar contenidos lo más ampliamente posible, mucho más allá de sus redes de contactos inmediatos. (...)

Los términos "red social" y "medios sociales" se utilizan indistintamente, pero no debería ser así. Una red social es un sistema inactivo, una agenda de contactos, un cuaderno de objetivos de ventas, un anuario de posibles almas gemelas. Pero las redes sociales son activas -hiperactivas, en realidad-, ya que se difunde material a través de ellas constantemente en lugar permanecer latentes hasta que sea necesario. (...)

La toxicidad de las redes sociales hace que sea fácil olvidar lo mágica que era esta innovación cuando surgió. De 2004 a 2009, podías entrar en Facebook y todas las personas que conocías -incluida gente a la que habías perdido definitivamente la pista- estaban allí mismo, listas para conectar o volver a conectar. Las publicaciones y fotos que veía caracterizaban las cambiantes vidas de mis amigos, no las teorías conspirativas que unos desquiciados (...)

Las redes sociales, antaño rutas latentes para un posible contacto, se convirtieron en superautopistas de contenido constante (...) la conexión ya no es el elemento central.

Y los valores asociados a -llegar a mucha gente de forma fácil y barata, y cosechar los beneficios- se volvieron atractivos para todos: un periodista que gana notoriedad reputacional en Twitter; un veinteañero que busca patrocinio en Instagram; un disidente que difunde su causa en YouTube; un insurrecto que siembra la rebelión en Facebook; un autopornógrafo que vende sexo, o su imagen en OnlyFans; un autodenominado gurú que pregona consejos en LinkedIn. Las redes sociales demostraron que todo el mundo tiene el potencial de llegar a un público masivo a bajo coste y con grandes beneficios, y ese potencial dio a muchas personas la impresión de que merecían ese público.

La otra cara de la moneda también brilla. En las redes sociales, todo el mundo cree que cualquier persona a la que tenga acceso le debe una audiencia.

La gente no debería hablar tanto entre sí. No deberían tener tanto que decir, no deberían esperar recibir tanta audiencia por esa frase y tampoco deberían suponer que es derecho comentar o retuitear cada pensamiento o idea.

Desde que te piden que reseñes cada producto que compras hasta que crees que cada tuit o imagen de Instagram merece likes o comentarios o seguidores, las redes sociales han producido una interpretación positivamente desquiciada y sociópata de la socialidad humana. (...)

Puede que algo sobreviva al fuego que lo quemaría: las redes sociales, el núcleo fundido y pasado por alto de los servicios. Nunca fue una idea terrible, al menos, utilizar los ordenadores para conectarse unos con otros en ocasiones, por razones justificadas y con moderación (aunque el riesgo de instrumentalizarse unos a otros estuvo presente desde el principio). El problema venía de hacerlo todo el tiempo, como un estilo de vida, una aspiración, una obsesión. (...)

No podemos hacer que las redes sociales sean buenas, porque son fundamentalmente malas, en lo más profundo de su propia estructura. Lo único que podemos hacer es esperar que se marchiten y contribuir con nuestro granito de arena a que desaparezcan".

 

Puede leer el artículo completo AQUÍ

https://www.theatlantic.com/technology/archive/2022/11/twitter-facebook-social-media-decline/672074/

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